Historia
Durante el período de 1950 a 1970, Bilbao mantenía su protagonismo en la industrialización española y su población experimentó un saldo migratorio positivo. Ante la inexistencia de alternativas de ocio en la región, la entonces Diputación Provincial de Vizcaya saca a concurso público la construcción del primer parque de atracciones en Vizcaya. La iniciativa contó con el apoyo de Bankunión, Caja de Ahorros Municipal y Caja de Ahorros Vizcaína.
Bilbao es conocida como el botxo porque se encuentra rodeada de montañas. El emplazamiento elegido para el futuro complejo de ocio fue la cima Avril del monte Ganguren, entre los kilómetros 4 y 5 de la carretera que va desde el Alto de Santo Domingo hasta el Gallo. El 14 de septiembre de 1974, tras retrasar en varias ocasiones su apertura, abrió sus puertas el Parque de Atracciones de Vizcaya. El coste de la obra supuso 450 millones de ptas.; más del doble de la previsión inicial. Preparado para la diversión de unas 15.000 personas por jornada, incluía reclamos como una montaña rusa, la segunda noria más alta de Europa y la fórmula ocho, un scalextric gigante. La intención era que el público pasara el día entero en el parque. Por ello, existía la posibilidad de llevar comida de casa o elegir entre la cafetería, el self service o un restaurante de lujo.
El concierto de Juan Pardo inauguró el anfiteatro del parque por el que pasaron los artistas más importantes de los 80 y tenía capacidad para 5.000 personas. El escenario se completó con un probadero destinado a competiciones de deportes rurales. El recinto ferial amplió su oferta con las inauguraciones del zoo y una piscina al aire libre. El personaje mitológico Basajaun se convirtió en la imagen del parque y se le podía ver por allí repartiendo caramelos a los niños.
Los pastores de la zona denominaban a la ubicación en la que se construyó el parque como el diente del diablo. Los primeros años abría todos los días del verano y los fines de semana del resto del año. Aunque se había previsto un 50 por 100 de la instalación cubierta, la climatología, la falta de novedades y los malos accesos, provocaron un descenso progresivo en el número de visitantes; ya que las previsiones eran de un millón de visitantes por año, pero nunca superó los 500.000. Ante esta situación, limitó su apertura al período estival. Habilitó un servicio gratuito de autobuses y fue el primer parque de atracciones europeo en introducir el sistema de entrada única.
En 1988 la afluencia de público apenas alcanzó las 120.000 personas con un descenso de 46.000 en relación con el año anterior. La crisis industrial se hizo cada vez más presente y como consecuencia el saldo migratorio se volvió negativo. La Diputación consideraba que el parque de atracciones era un servicio social para los vizcaínos y se hizo con cerca del 78% de participación de la empresa. Se propuso dotar de un nuevo estilo al parque, creando un nuevo logotipo y una política de precios asequible a todo el mundo. Además, remodeló las instalaciones e introdujo nuevas atracciones.
Se cuidaron los detalles de cara al público pero se descuidó al personal. Los trabajadores del parque demandaron en la Magistratura de Trabajo a la Diputación foral por posponer dos meses la apertura del complejo. La Diputación se escudaba en las obras de renovación pero los trabajadores aseguraban que la Inspección de Trabajo obligaba la apertura del parque desde Semana Santa. Los trabajadores emprendieron una serie de huelgas reivindicando una negociación del convenio colectivo que les equiparara con los funcionarios de la institución foral, basándose en que las atracciones del monte Avril son de propiedad pública. Esto provocó cierres intermitentes del recinto recreativo. Aún así, la reducción del coste de las entradas y la mejora de los transportes aumentó la media de visitantes diarios al parque de atracciones en relación al año anterior. La Diputación deja constancia de su negativa a ceder a las exigencias de los trabajadores a la espera de los datos de un estudio de viabilidad.
El diputado de Cultura, Tomás Uribeetxebarría, aseguraba que cuando la Diputación se hizo con el control del parque, “no fue para limitarse a mantenerlo, sino para mejorarlo y reforzarlo”. También justificaba que la inversión de 150 millones de ptas. garantizaba que las instalaciones no cerrarían “ni este año ni los siguientes”. Pero poco después, el esperado estudio de viabilidad recogía la necesidad de realizar una inversión de 1.178 millones de ptas. para modernizar el parque.
En febrero de 1990 la Diputación comunicaba el cierre definitivo de las instalaciones del Parque de Atracciones de Vizcaya, en cuyo mantenimiento se había gastado 586 millones de pesetas desde 1981. El cierre se justificó por la elevada cifra que requería la renovación del recinto recreativo y la prolongada conflictividad laboral.
Los animales del zoo murieron de hambre durante su traslado y las principales atracciones se vendieron por poco más de 50 millones de pesetas a una empresa portuguesa. El recinto se utiliza principalmente como almacén para guardar elementos obsoletos. La verja de acceso ha sido abierta en contadas ocasiones para reportajes fotográficos, el rodaje del videoclip del grupo Standard y la grabación su propio documental. Un archivo administrativo ocupa la parte superior del antiguo aparcamiento del parque y el resto es utilizado por los feriantes durante la Aste Nagusia para aparcar sus camiones. Los costes de mantenimiento y custodia de este lugar suponen la sangría de 200.000 euros al año. En 2002, Diputación trató de vender el recinto por 2,4 millones de euros, para poner límite al gasto que generan unas instalaciones que ya nunca volverán a servir para los fines que se crearon, pero no halló comprador.
Dentro del plan para la regeneración de Artxanda, en el que se preveía habilitar más de 110 hectáreas de superficie para uso recreativo y deportivo, se planteó el traslado del parque de atracciones, pero, en junio de 1999, se vio aplazado por falta de acuerdo entre los dos socios de gobierno en la Diputación, PNV y PSE. El entonces candidato del PNV-EA, Iñaki Azkuna, se posicionó en contra de la ejecución de planes urbanísticos en Artxanda.
Como reflejo del pasado, unas pirámides asoman entre la vegetación del monte. Se convirtieron en un icono que dejó marcadas a tres generaciones. Junto a la verja, el sonido de la risa de los niños, el agua de las fuentes, la música de los conciertos y la sirena de los autos de choque, quedan anulados por el fuerte ladrido de un rottweiler; pero nunca será capaz de apagar el recuerdo de un lugar que lleva agonizando durante más de veinte años de letargo.